Foudres & Barricas de Roble

Suavidad en la estructura.

Foudres & Barricas de Roble

Las barricas, con una capacidad de entre de 225 y 600 litros, proporcionan un contacto más íntimo con el roble, permitiendo una mayor integración de sus aportes sutiles. Por otro lado, los foudres, de mayor tamaño (de hasta 10,000 litros), ofrecen una crianza más sutil, resaltando más las características propias del vino. La elección entre uno u otro depende del estilo de vino que se desea lograr. Ambos métodos han contribuido significativamente a la evolución de los vinos.

Icon-Barrica
CANTIDAD
12
Icon-Temperatura
TEMPERATURA
15º a 19ºC
Icon-Fermentacion
FERMENTACIÓN PROMEDIO
15 a 20 días
Icon-Crianza
CRIANZA PROMEDIO
2 inviernos

Orígenes

La crianza de vino en foudres y barricas de roble tiene sus raíces en la antigüedad, cuando los vinicultores descubrieron que el roble mejoraba el sabor del vino. Los foudres, grandes barriles de madera, se usaban en regiones vinícolas de Europa desde el siglo II a.C.

En el siglo XVIII, los franceses comenzaron a utilizar barricas de roble para añejar el vino, observando que el roble aportaba complejidad y longevidad al vino. Esta práctica se extendió a nivel global, y hoy, la crianza en roble es un pilar en la vinificación, valorada por su capacidad para mejorar y suavizar los sabores del vino.

Efectos

La crianza en foudres y barricas de roble es un método vital en la vinificación. El roble permite una micro-oxigenación que suaviza los taninos del vino y mejora su estructura y complejidad, sin añadir sabores dominantes cuando el tostado es casi nulo, como es el caso de las nuestras.

Las barricas, con una capacidad de entre de 225 y 600 litros, proporcionan un contacto más íntimo con el roble, permitiendo una mayor integración de sus aportes sutiles. Por otro lado, los foudres, de mayor tamaño (de hasta 10,000 litros), ofrecen una crianza más sutil, resaltando más las características propias del vino. La elección entre uno u otro depende del estilo de vino que se desea lograr. Ambos métodos han contribuido significativamente a la evolución de los vinos.

Orígenes

La crianza de vino en foudres y barricas de roble tiene sus raíces en la antigüedad, cuando los vinicultores descubrieron que el roble mejoraba el sabor del vino. Los foudres, grandes barriles de madera, se usaban en regiones vinícolas de Europa desde el siglo II a.C.

En el siglo XVIII, los franceses comenzaron a utilizar barricas de roble para añejar el vino, observando que el roble aportaba complejidad y longevidad al vino. Esta práctica se extendió a nivel global, y hoy, la crianza en roble es un pilar en la vinificación, valorada por su capacidad para mejorar y suavizar los sabores del vino.

Efectos

La crianza en foudres y barricas de roble es un método vital en la vinificación. El roble permite una micro-oxigenación que suaviza los taninos del vino y mejora su estructura y complejidad, sin añadir sabores dominantes cuando el tostado es casi nulo, como es el caso de las nuestras.

Las barricas, con una capacidad de alrededor de 225 litros, proporcionan un contacto más íntimo con el roble, permitiendo una mayor integración de estos sutiles aportes del roble. Por otro lado, los foudres, de mayor tamaño (hasta 10,000 litros), ofrecen una crianza más sutil, resaltando más las características propias del vino. La elección entre uno u otro depende del estilo de vino que se desea lograr. Ambos métodos han contribuido significativamente a la evolución de los vinos.

OTROS RECIPIENTES DE CRIANZA

OTROS RECIPIENTES DE CRIANZA

La crianza en huevos imprime movimiento y fluidez y facilita que la temperatura sea la misma en todo el recipiente, ayudando a que el vino desarrolle las características de su terroir.

La crianza en arcilla imprime movimiento y fluidez y facilita que la temperatura sea la misma en todo el recipiente, ayudando a que el vino desarrolle las características de su terroir.

La crianza en huevos imprime movimiento y fluidez y facilita que la temperatura sea la misma en todo el recipiente, ayudando a que el vino desarrolle las características de su terroir.

La crianza en arcilla imprime movimiento y fluidez y facilita que la temperatura sea la misma en todo el recipiente, ayudando a que el vino desarrolle las características de su terroir.